jueves, 5 de julio de 2012

Según los tiempos


Según los tiempos
“¡La buena vida que se llevaba en Roitril hace años!” era algo que el barón Crimaud estaba muy acostumbrado a escuchar en los salones del Bastión Luz Celeste, aunque tal bastión no era sino una torre de ladrillo con una maltrecha muralla de sillares que la rodeaba; de donde venía lo de “Luz Celeste” nadie tenía ni la menor idea. Ese dia, mas que nunca, supo que sus súbditos se quejaban amargamente de la buena vida de años atrás y de lo oprimidos que vivían ahora, pues la noticia de que Edai Gan se había asentado en el Castillo Ducal les había llegado como un jarro de agua fría.
El general dracónico era aliado de Roitril, pero desde que los humanos le habían pedido ayuda ante la posible invasión de los enanos, Roitril entera se había convertido en prisionera de los dracónicos. Eso era una cosa, pero asentar como su residencia el mismo Castillo Ducal era excesivo, incluso para los reptiles.
En aquello se hallaba pensando el barón Crimaud, un joven hombre de veinte años, no muy alto pero fuerte, de pelo siempre corto y ojos de un azul casi blanco, cuando las puertas del Bastión Luz Celeste se abrieron y su caballero mas leal, Joromun, un elfo de unos cincuenta años, alguien joven para los de su raza, entró llevando a rastras a otro hombre, con el pelo muy largo y sucio, y con el tono de piel grisáceo de los trasgos. Cuando Joromun y su prisionero se pararon ante el barón, que no se hallaba sentado en su trono, Crimaud se fijó en que el trasgo era una mujer, con suciedad por todo el cuerpo
-Mi señor, esta trasgo, que responde al nombre de Baragh, y varios aliados suyos que no hemos podido capturar, intentaron esta noche asesinar al comisario del Reino en la ciudad de Trigueros- le informó Joromun
-¿Intentó matar a un alto oficial dracónico? Pero en que pensabais, mujer- le inquirió el barón Crimaud a la trasgo Baragh
-En recuperar la libertad que todas las razas teníamos hace diez años en Roitril, antes de que os vendierais a los reptiles- contestó la mujer al barón, sin mirarle a los ojos
Joromun abofeteó a la mujer en la cara, para que contuviese su lengua ante el barón, pero Crimaud sabía que solo lo hacía porque era lo que se esperaba de él, y que con ese golpe no hubiera ni matado a una mosca
-Lleváosla a los calabozos, capitán Joromun- dijo el barón – ya veremos mas tarde que se hace con ella
Joromun obedeció, y llevó con toda la delicadeza que pudo a la trasgo a las mazmorras. En cuanto desaparecieron del salón, la consejera que los dracónicos le habían impuesto al barón, Aren Toih, una mujer reptil de irónica lengua viperina y ojos rojos, le dijo
-Mi señor, ¿no deberíais mandarla de inmediato al general para que decida que se hace con ella?, ha intentado matar a alguien del Reino-
-El Reino es nuestro invitado en Roitril, Aren, no lo olvides. En mi castillo no tolero mas soberbia que la mía, si alguien quiere algo de esta prisionera que lo pida a través del duque, que  es a quien yo he jurado fidelidad-
-Entonces estad atentos a las palomas que lleguen del Castillo Ducal. ¿Puedo retirarme?-
-Si, pero el palomar no va a estar disponible hasta que no acabemos con esos arqueros que se divierten matando a mis palomas mensajeras-
-Seguro que vuestro elfo bizco no tarda en solucionar el problema-
“Claro que no, antes de medianoche mi elfo bizco habrá acabado con el problema de raiz, pero ¿Con cual?”. En los casi veinte años que Joromun llevaba al servicio del barón, este jamás había visitado los aposentos que el elfo había escogido el dia que lo llevó al castillo, cuando el barón era solo un bebé. La habitación del elfo era exageradamente austera, y mas teniendo en cuenta el gusto tan exquisito del que gozan los de su raza, lo único que adornaba su habitación eran armas y armaduras, dos botellas de vino de Mediria vacías, y una cama de paja con pinta de ser bastante incómoda.
-Mi señor, no esperaba veros aquí, podríais haberme hecho llamar- dijo el elfo cuando vio al barón en su puerta, visiblemente incómodo por la visita
-Lamento molestarte en tu hora de descanso-
-Un caballero al servicio de un señor jamás descansa, eso es lo que me enseñó vuestro padre-
-Habláis poco de él, ¿A que se debe?
-Simplemente me entristece su pérdida. El decía que los elfos vivimos más, pero que olvidamos menos, y que por eso siempre nos lamentamos de algo del pasado
-Creo que ya me habéis hablado de lo que mi padre llamaba “La sangre de elfo”
-Así es- asintió Joromun
-¿No creéis que hay cosas que importan más que la sangre?-
-Sin duda, porque yo consideré a vuestro padre mas familia mía que a mi propio padre, del que solo guardo recuerdos en forma de cicatrices
-Je, eso os convierte casi en mi hermano- el elfo se apresuró a corregirse, pero el barón, divertido, le indicó que no se preocupase –Joromun, ¿qué hubiese hecho mi padre con la trasgo?
-Ajusticiarla, o entregársela al principe Lodaril, que era a quien había jurado fidelidad, para que este tomase la decisión- dijo el elfo, que guardó silencio por un momento y añadió – Pero vuestro padre no tuvo que lidiar con que su señor fuese esclavo de otros- y sonrió abiertamente. Crimaud se llenó de alegría, no solo porque Joromun pensase como él, sino porque eso le recordó cuando Joromun le llevó al castillo, cuando sonreía con gran facilidad.
-Entonces, os debo preguntar, ¿Alguna vez habéis asesinado a alguien a sangre fría?-
-Si, una vez, bueno, fueron dos veces pero al mismo tiempo-
-¿Fue difícil?-
-Uno estaba desarmado y el otro se creía que los dioses lo protegían, así que ni intentó defenderse. Aun mientras se desangraba, me decía que el Dios Diamantino me fulminaría con un rayo-
-¿Y alguna vez habéis matado a una mujer?-
                                                            ·            ·            ·
Al caer la noche el barón dio unas pocas ordenes a sus hombres de más confianza, y fue a las mazmorras a tratar a la prisionera como debía
-Hablad, ¿dónde están vuestros compinches?, ¿Cuántos sois?- por toda respuesta obtuvo un escupitajo
-Liberadla- ordenó al guardia que lo acompañaba –Id a vigilar la puerta- le dijo cuando abrió la celda, y se volvió hacia la confusa trasgo –Márchate con tus compañeros, utiliza esta carta en la que os presento ante el duque como una compañía de feriantes, y al tercer dia causad el desorden en la ciudad. Hay un caballo negro ensillado en los establos cuya dueña no llegará a montar más.
La trasgo salió corriendo como alma que se llevasen los infiernos, y el barón esperó haber obrado bien. Después supo que, cuando Aren Toih, la dracónica, intentó coger su caballo para huir al Castillo Ducal e informar de la traición del barón Crimaud, en lugar de su caballo encontró un elfo bizco, uno que sabía que a veces todo aquello merecía la pena, y que veinte años después volvió a matar no como mata un guerrero, sino como mata un vil asesino.
Cuando amaneció no había tiempo que perder, tanto Joromun como el barón partieron a dirigirse a diferentes señores feudales de Roitril, y al tercer dia, con caos por doquier en la Ciudad Ducal, los ejércitos humanos expulsaron a los dracónicos de esta y del castillo. Cuando el Duque volvió a sentarse en su trono, rodeado de sus fieles vasallos y no de reptiles, hizo pasar ante él a la banda de trasgos liderada por Baragh, a los que no solo indultó por sus crímenes, sino que les invitó a quedarse en la ciudad como su propia Guardia Ducal. Y el barón pensó que había hecho bien en no hacer lo que se hubiese hecho hace veinte años, porque las cosas son lo que son según los tiempos, y los criminales de ayer pueden llegar a ser los héroes de mañana

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