Según los tiempos
“¡La buena vida
que se llevaba en Roitril hace años!” era algo que el barón Crimaud estaba muy
acostumbrado a escuchar en los salones del Bastión Luz Celeste, aunque tal
bastión no era sino una torre de ladrillo con una maltrecha muralla de sillares
que la rodeaba; de donde venía lo de “Luz Celeste” nadie tenía ni la menor
idea. Ese dia, mas que nunca, supo que sus súbditos se quejaban amargamente de
la buena vida de años atrás y de lo oprimidos que vivían ahora, pues la noticia
de que Edai Gan se había asentado en el Castillo Ducal les había llegado como
un jarro de agua fría.
El general
dracónico era aliado de Roitril, pero desde que los humanos le habían pedido
ayuda ante la posible invasión de los enanos, Roitril entera se había convertido
en prisionera de los dracónicos. Eso era una cosa, pero asentar como su
residencia el mismo Castillo Ducal era excesivo, incluso para los reptiles.
En aquello se
hallaba pensando el barón Crimaud, un joven hombre de veinte años, no muy alto
pero fuerte, de pelo siempre corto y ojos de un azul casi blanco, cuando las
puertas del Bastión Luz Celeste se abrieron y su caballero mas leal, Joromun,
un elfo de unos cincuenta años, alguien joven para los de su raza, entró
llevando a rastras a otro hombre, con el pelo muy largo y sucio, y con el tono
de piel grisáceo de los trasgos. Cuando Joromun y su prisionero se pararon ante
el barón, que no se hallaba sentado en su trono, Crimaud se fijó en que el
trasgo era una mujer, con suciedad por todo el cuerpo
-Mi señor, esta
trasgo, que responde al nombre de Baragh, y varios aliados suyos que no hemos
podido capturar, intentaron esta noche asesinar al comisario del Reino en la
ciudad de Trigueros- le informó Joromun
-¿Intentó matar
a un alto oficial dracónico? Pero en que pensabais, mujer- le inquirió el barón
Crimaud a la trasgo Baragh
-En recuperar la
libertad que todas las razas teníamos hace diez años en Roitril, antes de que
os vendierais a los reptiles- contestó la mujer al barón, sin mirarle a los
ojos
Joromun abofeteó
a la mujer en la cara, para que contuviese su lengua ante el barón, pero
Crimaud sabía que solo lo hacía porque era lo que se esperaba de él, y que con
ese golpe no hubiera ni matado a una mosca
-Lleváosla a los
calabozos, capitán Joromun- dijo el barón – ya veremos mas tarde que se hace
con ella
Joromun
obedeció, y llevó con toda la delicadeza que pudo a la trasgo a las mazmorras.
En cuanto desaparecieron del salón, la consejera que los dracónicos le habían
impuesto al barón, Aren Toih, una mujer reptil de irónica lengua viperina y
ojos rojos, le dijo
-Mi señor, ¿no
deberíais mandarla de inmediato al general para que decida que se hace con
ella?, ha intentado matar a alguien del Reino-
-El Reino es
nuestro invitado en Roitril, Aren, no lo olvides. En mi castillo no tolero mas
soberbia que la mía, si alguien quiere algo de esta prisionera que lo pida a
través del duque, que es a quien yo he
jurado fidelidad-
-Entonces estad
atentos a las palomas que lleguen del Castillo Ducal. ¿Puedo retirarme?-
-Si, pero el
palomar no va a estar disponible hasta que no acabemos con esos arqueros que se
divierten matando a mis palomas mensajeras-
-Seguro que
vuestro elfo bizco no tarda en solucionar el problema-
“Claro que no,
antes de medianoche mi elfo bizco habrá acabado con el problema de raiz, pero
¿Con cual?”. En los casi veinte años que Joromun llevaba al servicio del barón,
este jamás había visitado los aposentos que el elfo había escogido el dia que
lo llevó al castillo, cuando el barón era solo un bebé. La habitación del elfo
era exageradamente austera, y mas teniendo en cuenta el gusto tan exquisito del
que gozan los de su raza, lo único que adornaba su habitación eran armas y
armaduras, dos botellas de vino de Mediria vacías, y una cama de paja con pinta
de ser bastante incómoda.
-Mi señor, no
esperaba veros aquí, podríais haberme hecho llamar- dijo el elfo cuando vio al
barón en su puerta, visiblemente incómodo por la visita
-Lamento
molestarte en tu hora de descanso-
-Un caballero al
servicio de un señor jamás descansa, eso es lo que me enseñó vuestro padre-
-Habláis poco de
él, ¿A que se debe?
-Simplemente me
entristece su pérdida. El decía que los elfos vivimos más, pero que olvidamos
menos, y que por eso siempre nos lamentamos de algo del pasado
-Creo que ya me
habéis hablado de lo que mi padre llamaba “La sangre de elfo”
-Así es- asintió
Joromun
-¿No creéis que
hay cosas que importan más que la sangre?-
-Sin duda,
porque yo consideré a vuestro padre mas familia mía que a mi propio padre, del
que solo guardo recuerdos en forma de cicatrices
-Je, eso os
convierte casi en mi hermano- el elfo se apresuró a corregirse, pero el barón,
divertido, le indicó que no se preocupase –Joromun, ¿qué hubiese hecho mi padre
con la trasgo?
-Ajusticiarla, o
entregársela al principe Lodaril, que era a quien había jurado fidelidad, para
que este tomase la decisión- dijo el elfo, que guardó silencio por un momento y
añadió – Pero vuestro padre no tuvo que lidiar con que su señor fuese esclavo
de otros- y sonrió abiertamente. Crimaud se llenó de alegría, no solo porque
Joromun pensase como él, sino porque eso le recordó cuando Joromun le llevó al
castillo, cuando sonreía con gran facilidad.
-Entonces, os
debo preguntar, ¿Alguna vez habéis asesinado a alguien a sangre fría?-
-Si, una vez,
bueno, fueron dos veces pero al mismo tiempo-
-¿Fue difícil?-
-Uno estaba
desarmado y el otro se creía que los dioses lo protegían, así que ni intentó
defenderse. Aun mientras se desangraba, me decía que el Dios Diamantino me
fulminaría con un rayo-
-¿Y alguna vez
habéis matado a una mujer?-
· · ·
Al caer la noche el barón dio unas pocas ordenes a
sus hombres de más confianza, y fue a las mazmorras a tratar a la prisionera
como debía
-Hablad, ¿dónde
están vuestros compinches?, ¿Cuántos sois?- por toda respuesta obtuvo un
escupitajo
-Liberadla-
ordenó al guardia que lo acompañaba –Id a vigilar la puerta- le dijo cuando
abrió la celda, y se volvió hacia la confusa trasgo –Márchate con tus
compañeros, utiliza esta carta en la que os presento ante el duque como una
compañía de feriantes, y al tercer dia causad el desorden en la ciudad. Hay un
caballo negro ensillado en los establos cuya dueña no llegará a montar más.
La trasgo salió
corriendo como alma que se llevasen los infiernos, y el barón esperó haber
obrado bien. Después supo que, cuando Aren Toih, la dracónica, intentó coger su
caballo para huir al Castillo Ducal e informar de la traición del barón
Crimaud, en lugar de su caballo encontró un elfo bizco, uno que sabía que a
veces todo aquello merecía la pena, y que veinte años después volvió a matar no
como mata un guerrero, sino como mata un vil asesino.
Cuando amaneció
no había tiempo que perder, tanto Joromun como el barón partieron a dirigirse a
diferentes señores feudales de Roitril, y al tercer dia, con caos por doquier
en la Ciudad Ducal, los ejércitos humanos expulsaron a los dracónicos de esta y
del castillo. Cuando el Duque volvió a sentarse en su trono, rodeado de sus
fieles vasallos y no de reptiles, hizo pasar ante él a la banda de trasgos
liderada por Baragh, a los que no solo indultó por sus crímenes, sino que les
invitó a quedarse en la ciudad como su propia Guardia Ducal. Y el barón pensó
que había hecho bien en no hacer lo que se hubiese hecho hace veinte años,
porque las cosas son lo que son según los tiempos, y los criminales de ayer
pueden llegar a ser los héroes de mañana
muy bueno!
ResponderEliminarespero con impaciencia la continuación.