El triunfo de la rata
Dejad que os cuente, por conocida que ya sea, la historia de
aquel hombre al que despojaron de todo cuanto los hombres valoramos en la vida,
y el cual aún así decidió renunciar a una muerte honorable y seguir respirando,
aunque lo hizo mas como rata que como hombre. Se trataba de un humano alto y
fornido, un poco rollizo, de pelo grisáceo y corto, nariz ganchuda y ojos
diminutos como toda rata debe tener
Tryolin era su nombre, y marqués había sido su título, antes
de que nuestro chambelán se lo arrebatara, junto con sus tierras. Su mayor
orgullo era su hijo, el cual llevaba su mismo nombre, pero que para gran
deshonra murió a manos de una mujer y ante cientos de grandes nobles. “Y ahora
es vuestra cabeza la que ha de rodar” le dijo Esdorak el chambelán cuando le
sacó de la mazmorra de Robleda, donde llevaba preso desde que murió su hijo.
“Los dioses aún no me quieren junto a ellos” replicó quien empezaba a mostrar
su naturaleza de rata.
El ingenioso chambelán, donde otros solo verían desprecio,
el vio oportunidad. “Quizá podamos llegar a un acuerdo” y ese hombre ingenioso
supo darle un nuevo valor a una vida que no valía nada. “Harás lo que viniste a
hacer a Robleda. El general enemigo habrá muerto, pero no son pocos los aliados
suyos que intentarán congregarse una vez más, puede que alrededor de sus hijos,
los cuales, como es sabido, tiene por doquier. Únelos, une a los enemigos del
duque para que yo los pueda aplastar a todos de una vez”.
Y he aquí cuando se vio la definitiva muerte del hombre y el
triunfo de la rata, pues por salvar su miserable vida, en la que ya no podría
disfrutar de nada de lo que conoció, Tryolin aceptó la oferta Esdorak, aceptó
traicionar a sus propias creencias, a sus sinceros aliados, a la causa por la
que había muerto su querido hijo. Cuan despreciables son los hombres que se
venden por seguir respirando, y más aún si, como Tryolin, carecen de objetivo
propio. Pues jamás cuando aceptó la oferta pensó Tryolin en escapar de las
garras del chambelán, pero este sabía de la naturaleza cambiante de los
hombres, y como sentencia final, le avisó: “recuerda tu papel en todo esto”. ¡A
broma se lo tomo el pobre Tryolin!, como si no conociese la fama del chambelán
de saber todo aún antes de que pase.
Marchó Tryolin de Robleda en la noche, al amparo de la
oscuridad, pues sabía de la mentira que contaría el chambelán “El muy maldito,
los infiernos se lo lleven, murió al preguntarle si quería confesar algo más. A
saber lo que se lleva a la tumba, aquél maldito rufián”. Pero para la rata no
sería fácil encontrar amigos, pues para él todos eran depredadores.
Será la ironía, o será que él mismo se sentía rata, que
pensó, como muchos piensan “cerca mantengo a mis amigos, y mas cerca aún a mis
enemigos”, que fue a buscar al mayor enemigo de la rata: el gato. Este gato en
concreto era desgarbado, de pelaje gris atigrado, ojos dorados y una oreja
cortada; era un gaven y se llamaba Defís. El hombre-gato solía vivir con los
elfos, muy a gusto mientras estos eran dominados por los reptiles, pero cuando
Edai Gan murió los elfos reconquistaron Mediria y Defís se vio expulsado de su
hogar. No era amigo de Tryolin, pero tampoco era enemigo, y ambos tenían
motivos para desear la vuelta de los dracónicos.
El gato se dedicaba al contrabando en ultramar y en su barco
embarcaron él y Tryolin para marchar a Isla Mina, la casa de los enanos, donde
sabían que muchos humanos que ayudaron a los dracónicos habían marchado. No fue
tarea fácil ganarse la confianza de los nobles refugiados, pues ni los gavens
ni los muertos que caminan por el mundo con forma de rata les agradaban mucho,
pero tras muchos esfuerzos consiguieron hacerse con un ejército bien dispuesto
a atacar Roitril junto con los reptiles.
Fue entonces cuando algo empezó a pasar por la cabeza de
Tryolin “Este ejército es muy grande” pensó, “Creo que ni necesitaríamos a los
dracónicos para conquistar Roitril. Contamos con los enanos, y a estos no les
gusta alejarse mucho de su casa, así que no se quedarían en nuestras tierras
tras la guerra. Y yo he unido a este ejército, podría ser mas grande de lo que
nunca he sido, podría ser el próximo duque de Roitril”. La rata, ebrio de sus
sueños de venganza y grandeza, tuvo que compartir su idea con Defís pues pensó
“¿No ha sido mi compañero desde que empezó esto?, él sabía que podía haberme
entregado a cualquier noble y que le hubieran dado una buena recompensa por el
falso muerto”.
La respuesta del gato no gustó mucho a Tryolin, “No deberías
haberme dicho nada. Yo he acompañado a un rebelde, no a un traidor. Que ahora
quieras cambiar de bando no significa nada, me habías traído aquí para matarme,
junto con todos nuestros aliados. Mas te vale seguir con los planes del
principio y seguir contando con los dracónicos o empezaré a cantarle alguna
cancioncilla a nuestros amigos. No se que harían los nobles, pero a los enanos
no les gustará ver que has venido a su casa a tomarles el pelo”.
En buen lío se había metido la rata. Sus sueños de grandeza,
como los de todas las ratas, se fueron por el desagüe. Ahora solo le quedaba
elegir, ser dominado por los reptiles y esperar que estos restauraran su honor
o vivir como un hombre humilde, pero dominado por los suyos. “¿Qué idiota
quiere vivir como un hombre humilde?”.
Cuando los dracónicos llegaron a Isla Mina, Tryolin negoció
con ellos. A muchos de los lagartos no les gustó nada que quien los llamara
solo pensara en que le devolvieran su castillo y su título, y no en la
supremacía de los reptiles, así que se marcharon. Pero otros muchos se
quedaron, y estos trajeron ante su nuevo ejército a su general, Edon Gan,
primogénito de Edai.
En opinión de Tryolin, aquel chico no tenía la visión de la
guerra que tenía su padre, pero no quería importunarlo, así que aceptó sus
planes. Los invasores ya tenían una zona de desembarco, Castillo de Sal, una
gran fortaleza cerca del mar en Roitril, y que como bien sabéis defienden una
pobre estirpe de caballeros.
Los mas de doscientos barcos, con la bandera de los
reptiles, desembarcaron en Castillo de Sal. Encontraron las puertas cerradas,
pero esos pobres caballeros no tenían ni un penique para pagar a quien pudiera
reconstruir sus murallas, así que tan solo tuvieron que dar un rodeo al
castillo hasta encontrar la zona derruida, que como esperaban, seguía derruida.
Allí encontraron a menos de cien hombres, con escudos al suelo y lanzas en
ristre, taponando la brecha. Aquellos malditos resistían bien, pero no podían
hacer nada contra las numerosas tropas de la alianza invasora. Y justo cuando
los guerreros del último de los barcos desembarcaron, y cuando la resistencia
del castillo iba a caer, se escucharon los cuernos de batalla roitrilanos.
Barcos escupefuego aparecieron por el mar, destrozando la vía de escape de los
reptiles, y todo el poderío militar de Roitril, con el duque Lenard a la cabeza
y el por nosotros conocido elfo bizco portando su estandarte, destrozaron al
ejército invasor desde su retaguardia.
Edon Gan murió, otros trovadores os dirán que a manos del
elfo, como su padre, pero lo cierto es que lo mató una flecha de uno de los
defensores del castillo. Tanto Tryolin como Defís fueron capturados, uno al
lado del otro. “¿Cómo lo sabían?” preguntó la rata al gato, este se sonrió, con
habilidad rasgó las cuerdas que le ataban las manos, se puso de pie y le dijo a
Tryolin “Casi lo estropeas todo, menos mal que al final hiciste venir a los
reptiles. Cumpliste bien tu papel, pero no eras el único con un papel en esto”.
Y el gato se marchó sin que ninguno de los soldados del duque se lo impidiera.
¿En que erró Tryolin? En olvidar que Esdorak, el chambelán,
sabe todo antes de que ocurra, sea por una boca de rata o por una boca de gato.
Su segundo error fue olvidar que los gatos comen ratas pero que los humanos
amaestran gatos. Así pues, y ya me despido recordando, que cuando triunfa la
rata sobre el hombre, los gatos le llevan a morir.
(Defís era enemigo de los elfos, pero no de los humanos, y
no tenía ningún interés en ofender también a estos. Desde el principio
trabajaba para Esdorak, ya que el chambelán sabía que sería a él a quien reclutaría
Tryolin para su causa. Los nobles roitrilianos rebeldes fueron ajusticiados,
igual que los enanos, pero los dracónicos fueron hechos prisioneros para
prevenir futuras invasiones. Las tierras del marqués Tryolin fueron divididas y
repartidas entre los fieles al duque Lenard, entre ellos Joromún el elfo y
Baragh la trasgo)
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