jueves, 19 de julio de 2012

Segundo al mando - parte final


Parte final

Aún no había caído la noche cuando el campamento del ejército ducal se fue a dormir, y el general Balidein se presentó ante Joromun con seis hombres.
-Estos cinco son capaces de deslizarte detrás tuya a pleno dia y con la armadura puesta que no los oirás llegar- dijo señalando a cinco de sus acompañantes, los cuales, a opinión de Joromun, daban bastante miedo –Y este es el único hombre de todo el campamento que alguna vez ha vivido en Cenicea – y señaló a un hombre rubio, bajito y sin nariz- Lo malo es que tiene un problema
-¿Qué problema?- preguntó Joromun
-Pues que no tiene lengua y no sabe escribir, así que no podrá hablar por vos
-¿Sabréis entregar una carta?- preguntó Joromun al mudo, el cual asintió varias veces- Cuando estemos dentro de Cenícea ya te indicaré lo que debes hacer
-Pues en marcha, ¿no?- dijo Balidein
-¿También venís vos?
-Soy tan sigiloso como cualquiera de vosotros, y puede que hasta aprendas algo de mi-
Joromun sonrió y esperó que realmente Balidein le pudiera enseñar algo aquella noche “A no morir, ni a empeorar las cosas, por ejemplo”
Los ocho hombres salieron del campamento en silencio, sin ser visto por ninguno de los hombres que hacían guardia, y fueron guiados por Joromun a la alcantarilla por la que él había salido de Cenícea. “Que siga desierta, por los dioses” rezó Joromun. El elfo pensó que los dioses debían escucharle, porque tan solo encontraron ratas en su camino. Cuando llegaron a Cenicea ordenó a dos de los hombres de Balidein que montaran guardia en la alcantarilla, por si a los enanos se les ocurría pensar que las estaban usando como vía de acceso y escape.
-Soldado- dijo Joromun al mudo –Busca donde quedarte esta noche, sin que te descubran, y al amanecer, cuando doblen las campanas del Núcleo, entrégale esta carta a algún jefe de clan que sea enemigo de los Druidas y amigo de los humanos
El mudo asintió y en menos de dos segundos ya se había perdido entre las sombras
-Ahora nos toca a nosotros- le dijo Joromun a Balidein.
Entre los cinco que quedaban se encargaron de las patrullas de guardias que vigilaban la Torre del Núcleo, y consiguieron que no pudieran dar la alarma. Uno de los hombres de Balidein le dijo a Joromun
-Mi señor, he conseguido echar una ojeada por dentro desde una de las saeteras de los muros. Entrar ahí es una locura-
-Tan solo yo entraré. Vosotros tres eliminad a cualquiera que pase por aquí, Balidein y yo buscaremos una forma de trepar a la torre
-En la parte norte es donde yo he escalado- dijo el hombre que le había informado
No les costó mucho tiempo dar con una forma de llegar a lo alto del bastión, pero fue bastante difícil ya que tuvieron que hacerlo con materiales improvisados. Usaron una cuerda que llevaba Balidein atada a la espada de Joromun para lanzarla sobre los muros y tener un buen anclaje. La cosa no funcionó mal con Joromun, pero cuando Balidein intentó subir por la cuerda esta estuvo a punto de romperse, y Joromun tuvo que despedirse de su espada, que se había doblado casi a la mitad por el peso del general.
-¿Y ahora que?- preguntó Joromun mientras calibraba una espada que le había prestado Balidein para sustituir a la rota
-Ahora os voy a enseñar algo que aprendí con los dracónicos
-¿Así que os quedasteis con los dracónicos después de lo de Bolial?
-Si, pensé que sería cuestión de tiempo que los otros príncipes atacaran a los reptiles, y que sería útil tener información sobre ellos. Cuando me enteré de que fueron los humanos los que acabaron con aquellos invasores, decidí que estaría mejor al servicio de alguien que no tuviera miedo de levantar su espada contra los que arrasaban su pueblo, y entré al servicio de un tal Crimaud
-Ja, ja, ¿Bromeáis, no es cierto?
-En absoluto
-Yo serví a Crimaud antes de servir al propio duque
-Así que erais vos ese elfo del que a veces me hablaba. Menudas cosas contaba de vos
-Por lo que supe se le fue la cabeza después de una enfermedad, así que casi todo serían delirios
-¿También lo de que matasteis a Edai Gan?
-Eso no
-¿A lomos de un dragón?
-¿En serio dijo eso?
-Eso decía. Pobre demente, si todo esto sale bien volveré a su servicio
-Si tuviera una copa, brindaría por eso. Bueno, ¿y que os enseñaron los dracónicos?
-Tienen unos asesinos muy eficientes, mirad y aprended.- el gordo elfo buscó por el tejado algún acceso de luz que diera a la habitación de los Druidas. Cuando dieron con él vieron en la habitación a los dos Druidas, dormidos en grandes camas, y a su lado, en otra mas pequeña, a Oydeon
-¿Por qué duermen aquí?- preguntó Joromun
-Miedo. Aquí se sienten a salvo, sino se irían a sus lujosas casas  donde cada uno tiene una habitación diez veces mayor que esta. Ahora mirad- dijo el general
Balidein sacó de un bolsillo un rollo de hilo, fino y brillante, como recubierto de cobre. Lo fue dejando caer por el lucernario poco a poco, hasta que colgaba a escasos centímetros de la boca de uno de los Druidas. Después se sacó de otro bolsillo un frasquito, con un líquido transparente dentro, y lo dejó caer unas gotas de él a través del hilo. En poco tiempo cayeron en la boca del Druida
-Es Sueño Del Reino, solo tiene que manchar tus labios y puedes darte por muerto. Ahora tengo que ser rápido y matar al otro antes de que este empiece a ahogarse y les despierte con su agonía. Mientras tu cuélate por aquella ventana del muro y encárgate de Oydeon. Te veré en la alcantarilla
Joromun se dejó caer por el muro de la torre y se coló en la habitación de los Druidas. Cogió la espada prestada y se la puso a Oydeon en el cuello. El antiguo heraldo se despertó bruscamente y estaba a punto de dar la voz de alarma cuando sintió el acero en su cuello. Joromun lo puso en pie y lo arrinconó en la pared, mientras esperaba pacientemente
-¿A que esperas?- le preguntó el enano. Tras ellos se empezaron a oír toses y sonidos agónicos provenientes de los Druidas. En unos minutos ya no emitían ninguno y Joromun notó que la figura de Balidein ya no se veía sobre el lucernario de la habitación
-Ahora no tienes señor, y por la mañana toda la ciudad lo sabrá y se enfrentará a vosotros. Tu eres el máximo representante del druididato ahora, y tuya será la cabeza que quieran. Te doy dos opciones: quédate y muere, o ayúdame a escapar con Esdorak y huye a donde te plazca
Cuando a un enemigo se le dan esas dos salidas se ve fácilmente que tipo de hombre es, y Oydeon era de los que apreciaba mucho mas su vida que su honor. “Tan rata como Tryolin”. Joromun se sorprendió al ver la facilidad con la que el enano le llevó hasta la mazmorra donde tenían a Esdorak, sin agua ni comida, a través de pasajes ocultos. La misma facilidad con la que los llevó a una salida de la ciudad, que conectaba con la alcantarilla que ellos habían usado, pero que no habían podido usar para acceder al castillo porque estaba cerrada con llave. El enano abrió la puerta, y los tres pasaron. Esdorak se apoyaba sobre Joromun, y no decía nada coherente. Según pasaron por la puerta el enano se volvió para cerrarla, y Joromun , sintiéndose más a salvo, sacó un pellejo con agua para dar de beber a Esdorak. El chambelán bebió, tosió y volvió a beber, y se encontró con fuerzas para poder beber y caminar sin ayuda. Ya cantaba victoria Joromun cuando Oydeon le intentó apuñalar con una daga que llevaba oculta en la bota, pero solo consiguió rozarle. Cuando el elfo desenvainó su espada para matar al enano, este se hallaba ya al otro lado de la reja cerrada
-A ver que tal resistes el veneno de mi daga, bufón- y se marchó, supuso Joromun, en busca de alguna otra salida secreta
Joromún pensó, de primeras, que lo del veneno se trataba de una bravuconada del enano, pero cuando estaban ya cerca de la salida del alcantarillado se empezó a marear y a encontrar realmente enfermo. Esdorak gritó pidiendo ayuda y Balidein y sus hombres no tardaron en aparecer
-Hay que llevarle al campamento, sin demora- dijo el chambelán
-¡No¡- gritó Joromun- Tú debes llegar al campamento sin demora, debes decirle al conde que suspenda el ataque. Vamos, guiarle, corred
Los hombres de Balidein se fueron con Esdorak al campamento, pero el general se quedó con Joromun
-Vamos, muchacho, no mueras. Resiste hasta que venga ayuda
-¿Otra ayuda de los dioses?
-Si los dioses no pueden ayudarnos de nuevo, prescindiremos de su ayuda- y el gordo y anciano elfo se cargó a las espaldas con el peso muerto de Joromun y lo intentó llevar al campamento. Las tinieblas vinieron a Joromun antes de llegar siquiera a ver el campamento

-¿Dónde estoy?- dijo Joromun. Se encontraba en una habitación desconocida, de algún castillo, construido al gusto de los humanos, pero decorado al gusto de los trasgos. Cuando pudo entornar bien la vista vio frente a él a Baragh
-Mi señora, ¿Qué hago aquí?
-¿Ahora me hablas con respeto?
-Eres baronesa
-Y tu barón, aunque jamás hayas querido asumir el mando de tus tierras. Tu castellano me visita muy a menudo a pedir consejo, creo que te odia
-Tiene sus motivos. ¿Este es tu bastión?
-Torre. No todos tuvimos tu suerte cuando el duque repartió las tierras de Tryolin
-Eso, parece resentimiento
-Puede ser. ¿Podéis leer?
-Creo que no, me mareo
-Entonces os leeré yo. “Estimado barón Joromun. En agradecimiento por su servicio hacía mi persona y hacia el ducado, le premio con dos mil diamantes de oro y doy por concluido su servicio en mi ejército. Como amigo mío que le considero, le aconsejo que vaya a su bastión, el cual tiene ricas tierras, y se encargue de dejarle a esas tierras herederos tan fieles como usted al ducado. Deje la vida de soldado. Firmado: Duque Lenard”
-Vaya, el duque preocupado por mi salud
-Has estado a punto de morir
-Y mas de una vez
-¿Qué vas a hacer?
-Pues me gustaría aprovechar tu hospitalidad hasta que me recupero
-Por supuesto, ¿y luego?
-Me gustaría oír que pasó al final en Cenícea
-Claro, ¿y luego?. ¿Con lo que te aconseja el duque?. ¿Volverás al ejército?
-Creo que el duque es un hombre muy sabio. Quizá sea el momento de ir a mi bastión y hacer unos pocos herederos que lo disfruten
-Brindo por eso- le dijo Baragh sonriendo

(Esdorak consiguió llegar a tiempo al campamento, y los humanos no atacaron Cenícea. El soldado mudo siguió las órdenes de Joromun y los enanos se volvieron contra sus gobernantes. El actual Druida es un hombre amante de la paz y amigo de los humanos, que siguen manteniendo al mundo en paz. El conde Lecheir pidió la cabeza de Joromun por desobedecer a su primero al mando, pero su padre le prohibió hacerlo)

(En cuanto a Joromun, puede que se tome unas vacaciones, pero la cabra tira al monte, y acabará volviendo a protagonizar estos relatos)

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