viernes, 6 de julio de 2012

El buen ilordiano


El buen ilordiano

-¿Hasta que punto confías en Esdorak?- le preguntó a Baragh el elfo Joromun
-Estaba en mi banda desde antes de lo de la Ciudad Ducal- dijo la trasgo
-¡Ja!, menuda mierda de respuesta
-A ver, gracioso, ¿qué te pasa con Esdorak?- pregunto Baragh algo molesta
-Es un humano, con nombre de trasgo, en una banda de criminales trasgos, a la que entra justo una semana antes de que se convierta en la Guardia Ducal, que en menos de un año pasa por encima de ti y de todos los consejeros del duque y se convierte en su chambelán, o lo que es lo mismo, en el segundo hombre mas poderoso de Roitril
-A demostrado ser bueno para la provincia, además él nació aquí. ¿Y que es eso de que tiene nombre de trasgo?, ¿qué clase de nombres tenemos los trasgos?
-Nombres secos, que se pronuncian con lo más profundo de la garganta como el tuyo
-Elfo racista, no se si os creéis que por vuestras venas corre oro, ¿y de que te ríes ahora?
-Me has recordado a alguien que siempre tenía la “sangre de elfo” en la boca
-Me hubiese gustado conocerlo, seguro que hubiésemos tenido una conversación interesante sobre ti
-Seguro que si. Será mejor seguir, Robleda aún está lejos y falta poco para que anochezca
Y siguieron caminando por uno de los viejos caminos de Roitril. Llevaban a su caballo consigo, pero se había accidentado por el camino y prefirieron caminar a forzarlo. Puede que lo necesitaran para salir de Robleda. Se encaminaban allí por orden del chambelán Esdorak, que decía creer que la Marquesa Sarya podía seguir ayudando al general dracónico Edai Gan desde que este consiguiera huir durante la toma de la Ciudad Ducal. La Marquesa iba a celebrar un torneo donde el premio era su propia mano y al chambelán le pareció extraño ya que llevaba viuda media vida y sus hijos ya tenían edad de sucederla tras su muerte. Joromun y Baragh habían sido vestidos por los sastres del mismo duque Lenard y fingían ser una pareja que se conoció durante la invasión dracónica a Mediria, la tierra de los elfos.
Hacia un año Baragh no hubiese pasado por ser una dama ni aunque la vistieran con las ropas de una reina, pero tras un año vigilando los salones del Castillo Ducal y obligada a vestir de tal forma que no desentonara en ellos no se encontraba del todo incómoda vestida como una noble. Joromun decía sentirse a las mil maravillas con aquella ropa tan fina, y añadió que los elfos están hechos para vestir tales prendas, y no bastas ropas de algodón o lana como las que solía llevar Baragh. Baragh pensaba que todo aquel discurso élfico tenía el único propósito de enfadarla, algo que parecía divertir mucho a Joromun.
Ya casi había anochecido cuando llegaron a la linde de un pequeño bosque y Joromun dijo- Imposible llegar hoy, tendremos que acampar aquí-, a Baragh le hubiese gustado replicarle, pero lo cierto era que a pie no podrían avanzar mucho mas, y aquel era un sitio muy bueno para acampar. Ya casi habían empezado a preparar el campamento cuando oyeron un ruido de cascos que les hizo sacar sus armas rapidamente, aunque cuando vieron a un viejo dracónico montado sobre un caballo y que llevaba atado otro se sintieron muy estúpidos y guardaron sus armas. El dracónico no se había fijado en ellos, pero cuando lo hizo se les acercó al paso
-Saludos viajeros. ¿qué os lleva a acampar aquí?- el dracónico tenía la cara muy ancha, los ojos eran apenas dos rendijas verdes, y tenía el pelo y la barba, o lo que sea que les crece a los dracónicos bajo la barbilla, muy largos y alborotados
-¿No es buen lugar?- preguntó Baragh, y se acordó de cuando poco antes Joromun le había dicho “Ja, menuda mierda de respuesta”
-Lo es, si no hay uno mejor- “pues si mi respuesta era mierda la suya...”- deberíais intentar cabalgar hasta Robleda, llegaríais antes de que anocheciera
-Nuestro caballo está molido y no podría llevarnos sin que acabara rompiéndose la pata que tiene lastimada- dijo Joromun al dracónico
-Es una lástima... ¡que demonios!, montad en mi destrero, vuestro caballo podrá seguirnos el ritmo sin problemas si no va cargado
-¿De verdad?- dijo Joromun al dracónico, pero miró a Baragh de una forma un tanto rara, como indicándole que fuesen con cuidado
-Claro que si, luego en Robleda podréis conseguir otro caballo
-Si en realidad vamos a Robleda- dijo Baragh para ver la reacción del extraño
-Que coincidencia, este es sin duda vuestro dia de suerte amigos. Vamos, montad en Vicioso, y no hagáis mucho caso del nombre, es la costumbre de Ilor poner nombres así a los animales. Soy Wilet Bion, para serviros
-Yo soy Joromun de Mediria, y mi esposa es Baragh de Arrash.
-Tanto gusto- durante la marcha al castillo, Wilet Bion les contó no ser un dracónico de El Reino, sino provenir de la isla de Ilor, un lugar famoso por la cantidad de mercaderes de todas las razas que emigraban a él. “El buen ilordiano” decía ir a Robleda para entregar el cetro que la marquesa había mandado forjar para su futuro esposo.
Mientras cabalgaban con Wilet, Baragh y Joromun fueron relajándose, ya que parecía que las intenciones del ilordiano eran sinceras y que no había nada escondido. Tuvieron que cabalgar al menos tres horas de noche para llegar a Robleda, y el dracónico podría haberlas aprovechado para jugársela, pero en lugar de eso les guió eficazmente hasta el castillo. “No os preocupéis, he hecho este camino cien veces, de dia, de noche, con lluvia, con viento, incluso con nieve, y jamás me he perdido”
Robleda era un castillo muy grande, donde la muralla no era sino una empalizada de madera, y es que, por lo que decían, el castillo había necesitado tanta piedra que no quedó más en la región para la muralla. Baragh y Joromun se despidieron de Wilet Bion, al que le asignaron unas habitaciones algo modestas para la noche, mientras que a Baragh y Joromun, que se hacían pasar por grandes visitantes nobles, les dieron una lujosa habitación, donde el único inconveniente era que solo tenía una cama.
-Maldito Esdorak, me da igual que sea el chambelán, le voy a poner un ojo morado, “os haréis pasar por matrimonio”, a quien se le ocurre- maldijo Baragh mientras se metía en la cama con el elfo. Joromun se había ofrecido a dormir en el suelo, pero al dia siguiente necesitarían estar bien descansados, y la diferencia entre la cama y el suelo podría significar la diferencia entre la vida y la muerte, aunque Baragh esperó que no fuese así, ya que les costó bastante conciliar el sueño.
-Joromun... Joromun despierta- dijo Baragh por la mañana
-Los elfos vivimos muchos años, necesitamos dormir mucho- dijo él
-¿Y tenéis que dormir abrazados a alguien por necesidad?
-¿¡Que!?- dijo el elfo levantándose rápidamente de la cama, con la cara roja. –Lo siento, yo, dormía mal y, no paraba de moverme y, habré acabado en esa postura, por accidente, claro
-Ya, claro, por accidente. No sabía que los elfos fuerais propensos a los accidentes nocturnos- dijo Baragh sin levantarse de la cama. Pensó que ahora le tocaba a ella reirse del elfo, pero pronto recordó que no estaban allí para reírse- Pongámonos la ropa que nos dio el duque para el dia del torneo y vayamos a presentarnos ante la marquesa
Aunque el origen noble que el duque les había preparado a Baragh y Joromun era bastante alto, el sitio que consiguieron tras presentarse ante la marquesa Sarya estaba demasiado alejado de los grandes nobles, de los sospechosos de prestar su ayuda a Edai Gan, así que se vieron obligados a improvisar algo. Joromun se supo meter entre un conjunto de hombres nobles bastante borrachos que parecían muy al tanto de todos los participantes del torneo. Baragh hizo lo mismo presentándose ante tres doncellas que suspiraban cada vez que el heraldo presentaba algún nuevo contendiente, y a las que Baragh deseaba con toda su alma abofetear, pero igualmente fingió ser tan estúpida como ellas. Se las ganó diciéndoles estar recién casada con un misterioso elfo amigo de su noble padre y del que quedó prendada incluso antes de verlo por primera vez. La forma en la que la miraban y como decían desear algo así para si mismas le volvió a dar deseos de usar la violencia contra ellas.
-Habladme de los contendientes, no soy de aquí y no conozco a casi ninguno de los caballeros
-Oh, mirad, aquellos dos que van a luchar son hermanos, sabéis, son los sobrinos de la marquesa, y dicen que se odian entre ellos- le dijo una de ellas en una justa
-Y ese es Tryolin el Joven, es el heredero de su padre, el marqués Tryolin, y fue quien convenció a la marquesa de que celebrase este torneo, pues dijo que no había en Roitril nadie mas bravo que él ni dama mas bella que ella, aunque tiene la edad de su madre-le dijo otra de las chicas en la siguiente justa, la cual ganó Tryolin el Joven, el cual montaba muy bien aunque solo tendría dieciséis o diecisiete años, y Baragh empezó a tener una idea de lo que podía estar pasando allí. Se disculpó con las “niñas tontas” como las llamaba para si misma y se fue en pos del grupo de nobles borrachos para buscar a Joromun, el cual no estaba entre ellos. Los hombres le indicaron que el elfo pidió un poco de vino de Meridia, el cual le habían tenido que ir a buscar a la bodega de la marquesa, y que tras beberlo se empezó a encontrar mal y que había ido con un dracónico que decía tener un elixir que le lavaría el estómago. “El buen ilordiano, estúpida, el ilordiano no se llama Wilet Bion, es el maldito general Edai Gan, y Tryolin el Joven es quien le esta ayudando”. No tenía tiempo para buscar a Edai Gan por todo el castillo, así que fue directamente a hablar con la marquesa Sarya
-Excelencia, disculpadme, no soy quien creeis, leed esta carta del duque Lenard y lo entenderéis.
-Yo odio a los dracónicos, trasgo, no permitiría a nadie la entrada a Robleda que conspirara con ellos
-Pues lo habéis hecho. Os han engañado tanto como a mi, es Tryolin el Joven, y puede que también su padre el marqués, quienes ayudan a Edai Gan. Por eso os ha convencido de este torneo, para conseguir vuestro castillo y proporcionarle un excelente enclave al dracónico para que vuelva a hacerse con Roitril.
La marquesa tardó un rato en analizar lo que decía Baragh, pero la conclusión que sacó fue que habían usado su soledad para engañarla
-¡Detengan el torneo! Traigan ante mi a Tryolin el Joven, a su padre, y a un comerciante dracónico que merodea por mi castillo- ordenó la mujer. Tryolin y su padre fueron apresados, pero no había el menor rastro de Joromun ni de Edai Gan. Baragh ya había recogido sus cosas e iba a montar a su caballo, esperando que se encontrara recuperado, cuando la marquesa Sarya fue a verla a los establos
-Se que vuestro compañero debe ser lo primero para vos, pero el luchaba para impedir que los dracónicos volvieran a convertir Roitril en un campo de batalla constante. Tryolin el Joven es el mejor guerrero de los que hay aquí, y ha exigido demostrar su inocencia en un duelo. Por favor, decidme que podríais con él.
Baragh sintió ganas de escupir a la mujer, pero tenía razón, Joromun lo sabía, Roitril era mas importante que él o que Baragh. Si Tryolin vivía no tardaría en organizar la llegada de los dracónicos, asi que Baragh aceptó la armadura de placas que le ofreció la marquesa y fue a enfrentarse con Tryolin el Joven. El humano vestía una armadura de acero bruñido, negro, un llevaba una martillo a una mano capaz de aplastar sin dificultad la armadura prestada de Baragh.
Baragh empezó a llevar la iniciativa en el combate, pues no tenía tiempo que perder para ir a buscar a Joromun, y pagó cara su imprudencia pues Tryolin le aplastó el brazo izquierdo con su martillo. Baragh pensó que si quería ir a buscar a Joromun primero tendría que salir de allí con vida, y dejó que fuese Tryolin quien la atacase, pero el humano no tenía ninguna prisa, y se limitó a dar vueltas en torno a Baragh, lanzando de vez en cuando algún martillazo, valiéndose de su mayor altura para mantener a una distancia inofensiva a la trasgo. Baragh empezó a ver algo borroso al humano, y comprendió que si su brazo no recibía los cuidados de un sanador se acabaría desvaneciendo allí mismo. Cargó contra Tryolin con su escudo por delante, el martillo lo atravesó y golpeó la cabeza de Baragh, pero entre el escudo y el yelmo de placas consiguió mantenerse de pie, y antes de que Tryolin recuperase la posición del brazo del martillo le atravesó con su espada bajo el brazo, sacándosela por el cuello. Baragh se dejó caer inconsciente, siendo su último pensamiento un intento de disculpa para Joromun, y el deseo de que este siguiera vivo.

-¡Mi señora, venid!- le gritó uno de los rastreadores de la marquesa, - los perros han encontrado algo-
Entre las ramas de unos árboles, a dos días a caballo de Robleda, yacía un hombre apuñalado, muerto, con sus escamas desprendiéndose de su cuerpo poco a poco. A pocos pasos, casi en estado catatónico, un elfo sonrió al ver a Baragh, la cual le abrazó con tanta fuerza que casi le rompe las costillas. El elfo sonrió entre toses
-Fui un buen prisionero, muy bueno. Pero él debería haber aprendido de lo que nos hizo, de que no se puede confiar en un “buen ilordiano”, y eso le acabó matando

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