El buen ilordiano
-¿Hasta que
punto confías en Esdorak?- le preguntó a Baragh el elfo Joromun
-Estaba en mi
banda desde antes de lo de la Ciudad Ducal- dijo la trasgo
-¡Ja!, menuda
mierda de respuesta
-A ver,
gracioso, ¿qué te pasa con Esdorak?- pregunto Baragh algo molesta
-Es un humano,
con nombre de trasgo, en una banda de criminales trasgos, a la que entra justo
una semana antes de que se convierta en la Guardia Ducal, que en menos de un
año pasa por encima de ti y de todos los consejeros del duque y se convierte en
su chambelán, o lo que es lo mismo, en el segundo hombre mas poderoso de
Roitril
-A demostrado
ser bueno para la provincia, además él nació aquí. ¿Y que es eso de que tiene
nombre de trasgo?, ¿qué clase de nombres tenemos los trasgos?
-Nombres secos,
que se pronuncian con lo más profundo de la garganta como el tuyo
-Elfo racista,
no se si os creéis que por vuestras venas corre oro, ¿y de que te ríes ahora?
-Me has
recordado a alguien que siempre tenía la “sangre de elfo” en la boca
-Me hubiese
gustado conocerlo, seguro que hubiésemos tenido una conversación interesante
sobre ti
-Seguro que si.
Será mejor seguir, Robleda aún está lejos y falta poco para que anochezca
Y siguieron
caminando por uno de los viejos caminos de Roitril. Llevaban a su caballo
consigo, pero se había accidentado por el camino y prefirieron caminar a
forzarlo. Puede que lo necesitaran para salir de Robleda. Se encaminaban allí
por orden del chambelán Esdorak, que decía creer que la Marquesa Sarya podía
seguir ayudando al general dracónico Edai Gan desde que este consiguiera huir
durante la toma de la Ciudad Ducal. La Marquesa iba a celebrar un torneo donde
el premio era su propia mano y al chambelán le pareció extraño ya que llevaba
viuda media vida y sus hijos ya tenían edad de sucederla tras su muerte.
Joromun y Baragh habían sido vestidos por los sastres del mismo duque Lenard y
fingían ser una pareja que se conoció durante la invasión dracónica a Mediria,
la tierra de los elfos.
Hacia un año
Baragh no hubiese pasado por ser una dama ni aunque la vistieran con las ropas
de una reina, pero tras un año vigilando los salones del Castillo Ducal y
obligada a vestir de tal forma que no desentonara en ellos no se encontraba del
todo incómoda vestida como una noble. Joromun decía sentirse a las mil
maravillas con aquella ropa tan fina, y añadió que los elfos están hechos para
vestir tales prendas, y no bastas ropas de algodón o lana como las que solía
llevar Baragh. Baragh pensaba que todo aquel discurso élfico tenía el único
propósito de enfadarla, algo que parecía divertir mucho a Joromun.
Ya casi había
anochecido cuando llegaron a la linde de un pequeño bosque y Joromun dijo-
Imposible llegar hoy, tendremos que acampar aquí-, a Baragh le hubiese gustado
replicarle, pero lo cierto era que a pie no podrían avanzar mucho mas, y aquel
era un sitio muy bueno para acampar. Ya casi habían empezado a preparar el
campamento cuando oyeron un ruido de cascos que les hizo sacar sus armas
rapidamente, aunque cuando vieron a un viejo dracónico montado sobre un caballo
y que llevaba atado otro se sintieron muy estúpidos y guardaron sus armas. El
dracónico no se había fijado en ellos, pero cuando lo hizo se les acercó al
paso
-Saludos
viajeros. ¿qué os lleva a acampar aquí?- el dracónico tenía la cara muy ancha,
los ojos eran apenas dos rendijas verdes, y tenía el pelo y la barba, o lo que
sea que les crece a los dracónicos bajo la barbilla, muy largos y alborotados
-¿No es buen
lugar?- preguntó Baragh, y se acordó de cuando poco antes Joromun le había
dicho “Ja, menuda mierda de respuesta”
-Lo es, si no
hay uno mejor- “pues si mi respuesta era mierda la suya...”- deberíais intentar
cabalgar hasta Robleda, llegaríais antes de que anocheciera
-Nuestro caballo
está molido y no podría llevarnos sin que acabara rompiéndose la pata que tiene
lastimada- dijo Joromun al dracónico
-Es una
lástima... ¡que demonios!, montad en mi destrero, vuestro caballo podrá
seguirnos el ritmo sin problemas si no va cargado
-¿De verdad?-
dijo Joromun al dracónico, pero miró a Baragh de una forma un tanto rara, como
indicándole que fuesen con cuidado
-Claro que si,
luego en Robleda podréis conseguir otro caballo
-Si en realidad
vamos a Robleda- dijo Baragh para ver la reacción del extraño
-Que
coincidencia, este es sin duda vuestro dia de suerte amigos. Vamos, montad en
Vicioso, y no hagáis mucho caso del nombre, es la costumbre de Ilor poner
nombres así a los animales. Soy Wilet Bion, para serviros
-Yo soy Joromun
de Mediria, y mi esposa es Baragh de Arrash.
-Tanto gusto-
durante la marcha al castillo, Wilet Bion les contó no ser un dracónico de El
Reino, sino provenir de la isla de Ilor, un lugar famoso por la cantidad de
mercaderes de todas las razas que emigraban a él. “El buen ilordiano” decía ir
a Robleda para entregar el cetro que la marquesa había mandado forjar para su
futuro esposo.
Mientras
cabalgaban con Wilet, Baragh y Joromun fueron relajándose, ya que parecía que
las intenciones del ilordiano eran sinceras y que no había nada escondido.
Tuvieron que cabalgar al menos tres horas de noche para llegar a Robleda, y el
dracónico podría haberlas aprovechado para jugársela, pero en lugar de eso les
guió eficazmente hasta el castillo. “No os preocupéis, he hecho este camino
cien veces, de dia, de noche, con lluvia, con viento, incluso con nieve, y
jamás me he perdido”
Robleda era un
castillo muy grande, donde la muralla no era sino una empalizada de madera, y
es que, por lo que decían, el castillo había necesitado tanta piedra que no
quedó más en la región para la muralla. Baragh y Joromun se despidieron de
Wilet Bion, al que le asignaron unas habitaciones algo modestas para la noche,
mientras que a Baragh y Joromun, que se hacían pasar por grandes visitantes
nobles, les dieron una lujosa habitación, donde el único inconveniente era que
solo tenía una cama.
-Maldito
Esdorak, me da igual que sea el chambelán, le voy a poner un ojo morado, “os
haréis pasar por matrimonio”, a quien se le ocurre- maldijo Baragh mientras se
metía en la cama con el elfo. Joromun se había ofrecido a dormir en el suelo,
pero al dia siguiente necesitarían estar bien descansados, y la diferencia
entre la cama y el suelo podría significar la diferencia entre la vida y la
muerte, aunque Baragh esperó que no fuese así, ya que les costó bastante
conciliar el sueño.
-Joromun...
Joromun despierta- dijo Baragh por la mañana
-Los elfos
vivimos muchos años, necesitamos dormir mucho- dijo él
-¿Y tenéis que
dormir abrazados a alguien por necesidad?
-¿¡Que!?- dijo
el elfo levantándose rápidamente de la cama, con la cara roja. –Lo siento, yo,
dormía mal y, no paraba de moverme y, habré acabado en esa postura, por
accidente, claro
-Ya, claro, por
accidente. No sabía que los elfos fuerais propensos a los accidentes nocturnos-
dijo Baragh sin levantarse de la cama. Pensó que ahora le tocaba a ella reirse
del elfo, pero pronto recordó que no estaban allí para reírse- Pongámonos la
ropa que nos dio el duque para el dia del torneo y vayamos a presentarnos ante
la marquesa
Aunque el origen
noble que el duque les había preparado a Baragh y Joromun era bastante alto, el
sitio que consiguieron tras presentarse ante la marquesa Sarya estaba demasiado
alejado de los grandes nobles, de los sospechosos de prestar su ayuda a Edai
Gan, así que se vieron obligados a improvisar algo. Joromun se supo meter entre
un conjunto de hombres nobles bastante borrachos que parecían muy al tanto de
todos los participantes del torneo. Baragh hizo lo mismo presentándose ante
tres doncellas que suspiraban cada vez que el heraldo presentaba algún nuevo contendiente,
y a las que Baragh deseaba con toda su alma abofetear, pero igualmente fingió
ser tan estúpida como ellas. Se las ganó diciéndoles estar recién casada con un
misterioso elfo amigo de su noble padre y del que quedó prendada incluso antes
de verlo por primera vez. La forma en la que la miraban y como decían desear
algo así para si mismas le volvió a dar deseos de usar la violencia contra
ellas.
-Habladme de los
contendientes, no soy de aquí y no conozco a casi ninguno de los caballeros
-Oh, mirad,
aquellos dos que van a luchar son hermanos, sabéis, son los sobrinos de la
marquesa, y dicen que se odian entre ellos- le dijo una de ellas en una justa
-Y ese es
Tryolin el Joven, es el heredero de su padre, el marqués Tryolin, y fue quien
convenció a la marquesa de que celebrase este torneo, pues dijo que no había en
Roitril nadie mas bravo que él ni dama mas bella que ella, aunque tiene la edad
de su madre-le dijo otra de las chicas en la siguiente justa, la cual ganó
Tryolin el Joven, el cual montaba muy bien aunque solo tendría dieciséis o
diecisiete años, y Baragh empezó a tener una idea de lo que podía estar pasando
allí. Se disculpó con las “niñas tontas” como las llamaba para si misma y se
fue en pos del grupo de nobles borrachos para buscar a Joromun, el cual no
estaba entre ellos. Los hombres le indicaron que el elfo pidió un poco de vino
de Meridia, el cual le habían tenido que ir a buscar a la bodega de la
marquesa, y que tras beberlo se empezó a encontrar mal y que había ido con un
dracónico que decía tener un elixir que le lavaría el estómago. “El buen
ilordiano, estúpida, el ilordiano no se llama Wilet Bion, es el maldito general
Edai Gan, y Tryolin el Joven es quien le esta ayudando”. No tenía tiempo para
buscar a Edai Gan por todo el castillo, así que fue directamente a hablar con
la marquesa Sarya
-Excelencia,
disculpadme, no soy quien creeis, leed esta carta del duque Lenard y lo
entenderéis.
-Yo odio a los
dracónicos, trasgo, no permitiría a nadie la entrada a Robleda que conspirara
con ellos
-Pues lo habéis
hecho. Os han engañado tanto como a mi, es Tryolin el Joven, y puede que
también su padre el marqués, quienes ayudan a Edai Gan. Por eso os ha
convencido de este torneo, para conseguir vuestro castillo y proporcionarle un
excelente enclave al dracónico para que vuelva a hacerse con Roitril.
La marquesa
tardó un rato en analizar lo que decía Baragh, pero la conclusión que sacó fue
que habían usado su soledad para engañarla
-¡Detengan el
torneo! Traigan ante mi a Tryolin el Joven, a su padre, y a un comerciante
dracónico que merodea por mi castillo- ordenó la mujer. Tryolin y su padre
fueron apresados, pero no había el menor rastro de Joromun ni de Edai Gan.
Baragh ya había recogido sus cosas e iba a montar a su caballo, esperando que se
encontrara recuperado, cuando la marquesa Sarya fue a verla a los establos
-Se que vuestro
compañero debe ser lo primero para vos, pero el luchaba para impedir que los
dracónicos volvieran a convertir Roitril en un campo de batalla constante.
Tryolin el Joven es el mejor guerrero de los que hay aquí, y ha exigido
demostrar su inocencia en un duelo. Por favor, decidme que podríais con él.
Baragh sintió
ganas de escupir a la mujer, pero tenía razón, Joromun lo sabía, Roitril era
mas importante que él o que Baragh. Si Tryolin vivía no tardaría en organizar
la llegada de los dracónicos, asi que Baragh aceptó la armadura de placas que
le ofreció la marquesa y fue a enfrentarse con Tryolin el Joven. El humano
vestía una armadura de acero bruñido, negro, un llevaba una martillo a una mano
capaz de aplastar sin dificultad la armadura prestada de Baragh.
Baragh empezó a
llevar la iniciativa en el combate, pues no tenía tiempo que perder para ir a
buscar a Joromun, y pagó cara su imprudencia pues Tryolin le aplastó el brazo
izquierdo con su martillo. Baragh pensó que si quería ir a buscar a Joromun
primero tendría que salir de allí con vida, y dejó que fuese Tryolin quien la
atacase, pero el humano no tenía ninguna prisa, y se limitó a dar vueltas en
torno a Baragh, lanzando de vez en cuando algún martillazo, valiéndose de su
mayor altura para mantener a una distancia inofensiva a la trasgo. Baragh
empezó a ver algo borroso al humano, y comprendió que si su brazo no recibía
los cuidados de un sanador se acabaría desvaneciendo allí mismo. Cargó contra
Tryolin con su escudo por delante, el martillo lo atravesó y golpeó la cabeza
de Baragh, pero entre el escudo y el yelmo de placas consiguió mantenerse de
pie, y antes de que Tryolin recuperase la posición del brazo del martillo le
atravesó con su espada bajo el brazo, sacándosela por el cuello. Baragh se dejó
caer inconsciente, siendo su último pensamiento un intento de disculpa para
Joromun, y el deseo de que este siguiera vivo.
-¡Mi señora,
venid!- le gritó uno de los rastreadores de la marquesa, - los perros han
encontrado algo-
Entre las ramas
de unos árboles, a dos días a caballo de Robleda, yacía un hombre apuñalado,
muerto, con sus escamas desprendiéndose de su cuerpo poco a poco. A pocos
pasos, casi en estado catatónico, un elfo sonrió al ver a Baragh, la cual le
abrazó con tanta fuerza que casi le rompe las costillas. El elfo sonrió entre
toses
-Fui un buen
prisionero, muy bueno. Pero él debería haber aprendido de lo que nos hizo, de
que no se puede confiar en un “buen ilordiano”, y eso le acabó matando
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